sábado, 1 de agosto de 2015

EL SUEÑO DE LA RAZÓN ENGENDRA MONSTRUOS CUADERNO 1

 




SUMARIO DE CONTENIDOS:

1.- A modo de presentación…

2.- “La Araña”
Primera parte del relato de José Gil “Navegando sin rumbo fijo”



Notas a propósito de la portada:

 -Para este primer cuaderno, nos hemos servido como ilustración alegórica al relato “La Araña”, de una pintura de Odilon Redon (Burdeos, 1840-París, 1916), titulada “La araña sonriente” (1881), © RMN (Musée d´Orsay) / Jean-Gilles Berizzi. Redon, supo plasmar como pocos el onirismo de Poe, y su admiración por Goya, y por sus pinturas negras, y las series de “Los caprichos”, o “Los desastres de la guerra”, se pone de manifiesto nada más contemplar su obra.




A modo de presentación…

Notas preliminares a la presente edición y apostillas a
“Navegando sin rumbo fijo”


        -Este cuento fue publicado por vez primera en mayo de 1996, en un modesto boletín escolar. Años después, en febrero de 2009, su primera parte, con el propósito de ser la base del guión de una novela gráfica, se publicó en un blog denominado Narrativa Gráfica & Literatura Visual.  La presente versión, en la que el texto se encuentra ligeramente alterado y corregido, responde al propósito de mostrar en  público un primer trabajo de lo que pretende ser una serie titulada “El sueño de la razón engendra monstruos”, (aludiendo al título de la magistral estampa de Francisco de Goya, “El sueño de la razón produce monstruos”, datada entre los años de 1797 y 1799) (1). Una suerte de recopilación de cuentos y relatos de carácter truculento y oscuro, que se pergeñó al menos una década antes, allá por los años 80 del pasado siglo, como pretencioso proyecto editorial, que nunca vio la luz.

 Una literatura que hace suyos los miedos exteriores e interiores, que se ponen de manifiesto al apagarse la luz, y que a pesar de tanta tecnología, continúan asechando al ser humano. Que desde sus albores gusta de consumir en forma de cuentos, como antídoto pedagógico al temor ancestral al bosque del lobo, y al bosque de la mente también. “Cuentos delirantes e inquietantes, y que den miedo…”, con esta premisa, el estudio, taller y librería Flamencos de Tombuctú, busca el editar en sus espacios en la Red, tantos relatos clásicos de horror, misterio e imaginación, a modo de antología, como otros de nueva factura. Un género, a fin de cuentas, contemplativo con sus periferias, a menudo repleto de temas y tramas vinculadas a las artes y a la propia literatura como protagonistas y telón de fondo. Albergando y compartiendo evidentes vínculos con lo detectivesco, baste señalar la monumental “El nombre de la rosa” del maestro Humberto Eco (2); con la novela negra, tan sólo mencionar “Dexter”, la adaptación televisiva (al menos en sus inicios), de la novela de Jeff Lindsay, “El oscuro pasajero”, en la que se refleja todo lo perturbador e irónico que resulta estar tentado a sentirse identificado con su protagonista, en su cotidiano proceder, metódico y profiláctico, un monstruo a pesar de la empatía,  aunque este se dedique a exterminar otros monstruos; y con la fisión literaria sobre ladrones de guante blanco. Que se podría resumir, como ejemplos claros de lo expuesto, en el sibaritismo del camaleónico Ripley, ó en la exquisitez y gustos culinarios del doctor Hannibal Lester; ambos recluidos en una imagen alegórica, con el escenario de un jardín de extrañas flores, o patio de recreo de alguna institución, en el que el ladrón de arte y personalidades planea sustraer el retrato de un tal Dorian Gray, y el afamado psiquiatra anota recetas de cocina para antropófagos.

 A aquel primer borrador, se le suman ahora nuevas ideas y conceptos, y también perspectivas diferentes a sus primeras premisas, las que proporciona ese lugar común a medio camino entre géneros, si es que así se puede considerar a ese espacio no muy bien definido, fronterizo, disoluto, mestizo, periférico al realismo fantástico, hijo bastardo del romanticismo, hermanastro del thriller psicológico. Esa ficción en que la narrativa delirante y decadente de Edgar Allan Poe coexiste con el esperpento de Ramón María de Valle-Inclán; la fauna de la bohemia cohabita atróficamente con la deriva pagana al ideal de prerrafaelistas y del Purismo nazareno (3); y en que la pintura atómica de Salvador Dalí interactúa con la teoría del caos, y con la prosa cortazariana de una “Rayuela” ciertamente cuántica (4); y en el que el surrealismo y demás vanguardias artísticas y literarias surgidas antes de la Gran Guerra, y en el periodo inmediato de entre guerras, se dan la mano con el psicoanálisis y con los postulados de Carl Gustav Jung. Dónde la Teosofía de madame Helena Blavatsky, y la magia e iluminismo científico del laird Aleister Crowley, se entremezclan con el terror pre-natural y cosmogónico de Howard Phillips Lovecraft; prolongándose en maestros del arte secuencial hasta nuestros días, con la fantasía redentora y anarquista del mago del caos Allan Moore, y el new-nihilismo expresionista de Frank Miller.

 Rincones poco frecuentados por los moralistas de lo políticamente correcto, aquellos que no soportan un episodio del anime protagonizado por Shin Chan, que creen que The Walking Dead es una simple serie de tv de zombis, o que no le dan una oportunidad a las visceralidad de Arturo Pérez Reverte, y sin embargo hacen de tripas corazón con cualquier best seller  de allende el mar; que creen que el Sherlock Holmes de Guy Ritchie es una mala adaptación al cine del original, y  que prejuzgan y le niegan el pan y la sal a todo aquella manifestación cultural que pueda poner en peligro sus esquemas preestablecidos, que a sus mentes homologadas y repletas de perjuicios gregarios les parezca extraño, o no este recomendado por su gurú particular; y que en la intimidad fantasean con ser protagonista de “Cincuenta sombras de Grey”.

 Esta primera entrega del relato “La araña” (la mitad aproximadamente del total, que se publicará presumiblemente en dos entregas), al igual que el texto completo, adolece de oficio, esto es un hecho que una vez comenzada la lectura, más pronto que tarde se pone de manifiesto, pero ofrece a cambio si se prefiere y siendo benevolentes, cierta dosis de frescura e ingenuidad, de libertad de acción en su composición, tal vez por ello pueda ser de interés, ustedes dirán. Pretende introducir al lector en una realidad obsesiva, y a la vez onírica, surrealista, sin dejar de ser romántica, que en su día fuera inspirada por la contemplación de la magistral adaptación cinematográfica dirigida en1988 por el italiano Ermanno Olmi, del homónimo de la literatura universal y obra póstuma de Joseph Roth, “La legenda del santo bevitore”. Ciertamente no se trata de una relectura de este film, ni de la novela, más bien estos conforman el apoyo y aportan lugares comunes, (el retrato vivido de una bohemia parisina tan bien representada en la figura del protagonista de la novela, Karstak, o por el inmortal Max Estrella en “Luces de bohemia”),   a un relato con tintes mórbidos, que pronto se decanta por otras posibilidades, y que nunca ha pasado de ser un mero ejercicio de composición, y a juicio del que esto escribe, no resuelto de forma satisfactoria aún, puede que, porque siempre aspiró a ser más pintura que palabra, de ahí el intento de convertirlo en su día en novela gráfica.

 Una suerte de relato de viajes, con una escritura repleta de referencias, que buscan ser reminiscencias, a lugares en el mapamundi de los recuerdos de su protagonista. Paraísos perdidos unos, otros, la más de las veces, regiones salvajes e insalubres, marcados con la etiqueta indicador de los excesos. Mapa del tesoro en el que la rosa de los vientos señala puntos cardinales de su alma, lugares no hollados aún en el que pueda encontrar consuelo y redención. Como si albergase un resquicio de instinto de supervivencia. Encrucijada de caminos dónde la propuesta de viaje hacia el corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, y el continuo cruzar al otro lado de la frontera de Río Grande, en una huida a ninguna parte al Viejo México, del western crepuscular, fronterizo y atemporal de Cormac McCarthy, se encuentran y se dan la mano, en un continuo jugársela a cara o cruz. Frente a una tercera alternativa que no precisa de ruleta rusa, y preferible al menos para el que esto escribe, su autor, de viajar este verano, aunque solo sea con la mente, a las islas del Pacifico, a Tahití, Bora Bora, Maui… al igual que en su día hicieran Stevenson y Gogen,  A ese paraíso soñado, que también se encuentra a la vuelta de la esquina, tan cerca de aquí, en la provincia de Cádiz, por ejemplo en la playa de Bolonia. Un buen libro como compañía, una cerveza fría, y el rumor de las olas del Atlántico. Creedme esta es una buena alternativa de descanso para espíritus atormentados.



Notas:


(1) -Se ha optado por la forma “engendra”, por considerarla más en sintonía con el carácter de este proyecto.

(2) -Se le puede escapar a alguien la evidencia, nada más comenzar su  lectura, una vez presentada la pareja protagonista, el maestro franciscano llamado Guillermo de Baskerville y su pupilo Adso da Melk,  trasuntos del detective Sherlock Holmes y del doctor Wadson; estos indicios, y otros, algunos mucho más crípticos, trasladan al lector al imaginario de Arthur Conan Doyle.

(3) -El Prerrafaelismo, o Hermandad Prerrafaelista, surge como corriente artística y literaria en Gran Bretaña hacía la mitad del siglo XIX, dónde se adscriben poetas, críticos, y sobre todo pintores, como Dante Gabriel Rossetti, Everett Millais o Willian Holman Hunt; proponiendo una retorno a estilismos anteriores a Rafael, oponiéndose el manierismo academicista británico. Purismo nazareno o Nazareno es un movimiento pictórico de principios del siglo XIX surgido en torno al romanticismo alemán, que abogaba por una pintura italiana anterior al Renacimiento.

(4) -Participando de la misma estética cuántica, del recientemente desaparecido escritor Gregorio Morales Villena.



“Navegando sin rumbo fijo” 
(Primera parte)


"Era la puerta para la cual no hallaba llave.
Era el velo, a través del cual no pude ver”

La Araña y la Mosca
El Templo de Yun-Shatu

Robert E. Howard



“La araña”

        Oscura como el mojón de un carbonero, una araña se desliza ágilmente sobre la superficie rugosa y repleta de astillas de una vieja mesa de pino flamenco, antaño tan joven como la araña. Se arrastra mostrando sin embargo cierta dosis de nerviosismo en su ademán, pero decidida en el propósito que parece impulsarle hacia delante, más allá de lo evidente, demostrando en su frenética carrera ese tipo de determinación que nace tan sólo de la desesperación, de la necesidad. Quizás sólo semejante a las fiebres que producen la verdadera hambre y la verdadera sed.., sobre todo la sed. Tan solamente mitigada por el débil velo que proporciona la forma y un método, frutos ambos de años de experiencias. Casi podría decirse, que siguiendo una cierta pauta, técnica repetida, ensayada en mil y una ocasiones, una rutina largamente adquirida. Como si tras aquella acción básicamente instintiva, se ocultara una realidad tan caótica y obsesiva, como indescriptible con simples palabras es el horror que encierra.

  Rectando inexorable a través de aquella maldita “Balsa de Medusa”, hacia la transparente extraña red cilíndrica de cristal, que se le presenta como un oasis bienaventurado, en medio de un árido desierto, erial de ansiedad. Una isla solitaria perdida en la inmensidad oceánica, una isla de cristal, la isla ignota de San Borondon; de una naturaleza telúrica tal que tan sólo una luna llena puede comparársele. En cuyas volcánicas entrañas se agitan minúsculos mil y un insectos formando enjambre, una masa informe, un néctar tan oscuro como el hollín que ensucia los muros de la estancia. De un color tinto como el mosto que nace de las negras perlas que produce siempre forzado el limo primigenio de estas tierras, insultantemente fértiles y de perenne humedad al Oeste del Rhin, a cuyo pajizo sabor suelen ser tan aficionadas tanto sus gentes como sus moscas.

  Y justo antes de que aquel torrente de abominación se asiente definitivamente sobre el crisol multiforme que lo recoge, cayendo sobre la extraña tela de araña; como si, de un chorro divino o maná celestial brillante, vertido desde algún inaccesible limbo dionisiaco, repleto de reflejos, como el manto azul del firmamento lo está de estrellas, se tratase. Cuando aún no se ha posado sobre ésta el último de los alados, casi desafiando las leyes de la física humana, rebota y vuelve a alzar el vuelo, levitando por un momento sobre la informe masa de abajo. Como si con tal gesto de desesperación, resquicio último de conciencia individual, tratase de huir inútilmente de un inexorable final, resistiéndose sin esperanzas de éxito a la atracción de rémora ejercida por aquellas turbias aguas, de aquel diminuto mar orgánico emponzoñado, de forma circular y en ebullición, que le llama con cantos de sirenas hambrientas, cuál ulises anónimo.

  El ceniciento arácnido entre tanto, con un movimiento espasmódico se alza impulsado por la fuerza de sus cinco patas, voraz, ávido, hacía la trampa continente, que atrapa en un frío abrazo de ansiedad y pasión mal correspondidas. Duda por unos instantes más, tan sólo unos fugases segundos, que sin embargo se le antojan eternos e intemporales. Vacilante, sopesando las consecuencias de sus actos, quizás arrepintiéndose en último extremo, recordando otros tiempos mejores, tiempos en los que no servía sólo como un mero instrumento de aplicar pequeñas dosis calculadas de agridulce y húmeda tortura. Benditos días pretéritos que quedaron muy atrás, que ahora le parecen tan lejanos y remotos, como irrecuperables;   momentos felices que cada vez más le cuesta retener en la memoria. Días en los que se la consideraba orgullosamente mano y no araña, y respondía presta como tal al requerimiento de la mente que la dirigía, al de sus propios deseos, sosteniendo el pincel, a veces la pluma, en ocasiones la espada; acariciando el rostro y enredándose entre los cabellos trigueños de aquella mujer cuyo nombre no le corresponde pronunciar. No como el apéndice del ser sin nombre que antes se llamó a su vez hombre. La mano de un hombre, y no la de la sombra de ojos de odiseo, que sigue obligándola semiconsciente en su empeño o tarea fatua de autodestrucción. Ligadas por la naturaleza de las cosas o por el capricho de los dioses, atrapados juntos en un destino de dimensiones prometeicas. Un hombre marcado por su pasado, capitán y grumete, polisón y galeote, de una siniestra nave llamada “Nostromo”. Sin velamen, desarbolada ya, desprovista de tripulación; sin contramaestre ni timonel; sin patria, ni bandera.., salvo quizás, la de las tibias y la calavera.


(Continuará…)


José Gil
Verano del año 2015



FLAMENCOS DE TOMBUCTÚ
Edificio del Zoco de Artesanía
Plaza Peones, s/n, C.P: 11403 - Jerez

E-mail: flamencosdetombuctu@yahoo.es


viernes, 31 de julio de 2015

"EL SUEÑO DE LA RAZÓN ENGENDRA MONSTRUOS"


 



 
 
        -Mañana, sábado 1 de Agosto, Flamencos de Tombuctú edita en la Red el primer cuaderno de “EL SUEÑO DE LA RAZÓN ENGENDRA MONSTRUOS”, un espacio dedicado a la literatura de horror y misterio. Con “La Araña”, primera entrega del relato “Navegando sin rumbo fijo” de José Gil.